viernes, 27 de mayo de 2011

UN CUENTO DIMINUTO


GANAR PARA PERDER

Erase que se era un rey que tenía un reino diminuto. El rey Gondomar. Rodeando su castillo vivían sus vasallos que eran a la vez sus abastecedores, pues el rey no tenía ninguna  tierra. Aquellos acudían a diario a palacio para atenderle.
Un día. Gondomar  se levantó más temprano de lo normal y se asomó por la ventana  para ver el estandarte que señalaba el término de su reino. Estaba tan próximo que le tocaba la nariz. Entonces decidió que tenía que ampliar sus confines.
-¡Soy un rey del tres al cuarto- se dijo-  esto no puede seguir así! Y cogiendo con una mano el estandarte y con la otra su pesada maza se encaminó hacia el norte, a los terrenos de Astolfo, el vaquero. Éste estaba plácidamente sentado ordeñando una vaca cuando el golpe de la maza que le propinó Gondomar lo llevó al otro mundo.
A continuación, el rey pensó que los contornos  que lindaban con los de Astolfo, también debían ser suyos y decidió apropiárselos. Éstos eran de Lamberto el granjero, que en ese momento estaba cogiendo dos huevos del gallinero. El rey usó su maza y descabezó a Lamberto.
Gondomar, satisfecho, fue hacia el este donde estaba la propiedad de Obdulio, el labrador.  Una viña pequeñita rodeaba la casa y hasta allí se encaminó nuestro rey. El hombre estaba limpiando un tonel de vino cuando recibió  el mazazo correspondiente y allí se quedó seco.
Gondomar se frotaba las manos. -Esto va bien- se decía- ahora hacia el sur. No tuvo que andar mucho cuando encontró la finca de Surfinio. Éste era criador de cerdos y en ese  momento estaba en la pocilga. Distraído en mezclar la comida de los marranos no vio al rey, que le golpeó con tal contundencia que cayó fulminado en el pesebre.
No tardó mucho Gondomar en llegar al oeste del territorio. Allí se encontraban las tierras y las cuadras del caballerizo Bardulio, que estaba ensillando el caballo que montaba el rey a diario. Bardulio corrió la misma suerte que los anteriores. Entonces el monarca consideró que aquél era el punto más alejado de su reino y colocó su estandarte real.
-¡Ya soy un rey poderoso! ¡Cuanto terreno tengo!- salió gritando el rey Gondomar y se marchó corriendo a su castillo. Tan cansado estaba que se dirigió a su cuarto real y se quedó dormido.
Al día siguiente, cuando se despertó no se acordaba de nada de lo que había hecho el día anterior y llamó a Astolfo:
-Astolfo, mi leche, la quiero  calentita y recién ordeñada.
Pero no apareció nadie.
Seguido llamó a Lamberto:
-Lamberto, mis dos huevos fritos, rápido, que no tengo todo el día.
-Bardulio, enjaeza mi caballo, vamos…
Y así siguió llamando a todos sus fieles vasallos pero en vano.
Cuando salió a la puerta del castillo quiso buscar el estandarte que señalaba los confines de su reino y lo vio allá,  lejos, lejos, lejos…y creyó oír al viento susurrar: ganaaar para perdeeer…

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