lunes, 30 de mayo de 2011

EL CUENTO DE LAS 6 PALABRAS DEL RINCÓN

En mi escuela hay muchos rincones, está  el de los juegos, el de los números, el de los inventos, el de las palabras…
Aquel viernes la señorita Inés nos dio un encargo especial:
- Cuando salgáis de clase vais al rincón de las palabras y elegís 6 para construir una bonita historia. La quiero para el lunes a primera hora.
Yo, como siempre, me entretuve demasiado y cuando llegué al rincón de las palabras tuve que coger precipitadamente las 6 primeras que hallé.  No las había podido elegir pero algo podría hacer con ellas. Había tenido suerte, todas eran sustantivos y además, todos menos uno eran nombres concretos.  Pasé la noche pensando y al día siguiente empecé a escribir:

Marina oyó el despertador y se levantó exultante. Aquel sábado iba a ser especial. Sus padres le habían prometido un día  extraordinario. Sólo tenía que cumplir dos condiciones: no preguntar nada ni pedir ayuda. En el lugar a dónde la llevaban no había peligros, sólo emociones. Se tenía que dejar llevar, seguir su instinto y pasárselo bien.
Después de unas horas de viaje, llegaron al misterioso lugar. Los padres dejaron a Marina sola. De repente, se vio encerrada entre unos setos altísimos que formaban calles, quiso buscar la salida, empezó a andar, luego a correr, dobló una esquina, otra, otra más...Volvió a desandar lo andado pero no sabía dónde estaba; fue a la izquierda, a la derecha, hacia adelante, hacia atrás… aquello era  imposible, no había forma de salir. Ya se  estaba empezando a poner nerviosa cuando se encontró en el agua.
Eso creía ella, que era agua, sin embargo, pronto notó que estaba encerrada en un ambiente húmedo pero a la vez delicado, envolvente, algo como una cama blandísima que le invitaba a tumbarse. Por algún lado sintió un rayo de sol que entibiaba el lugar y lo hacía aún más cómodo. Además aquello se movía, se movía con rapidez pero con suavidad, se dejó mecer y se sintió en el cielo.
De pronto,  se sumió en la más completa oscuridad, recordando su promesa  no se asustó; extendió una mano y avanzó con decisión hacia adelante. Levantó la otra mano a la altura de su pecho por si se topaba con algún obstáculo. Aguzó el oído, percibió pequeños ruidos como si estuviera pisando hojas o el agua de una fuente lejana. Se tocó el pelo y oyó su sonido, tragó saliva y oyó su propia garganta. Le gustó sentir  sensaciones que nunca antes había notado.
 Enseguida sintió que el suelo estaba resbaladizo, pulido. Se agachó y lo tocó, parecía de cristal; entonces se tumbó y se estiró todo lo larga que era. El piso parecía moverse y en ese instante,  empezó a ver. Vio mil formas  y colores que se hacían y se deshacían  simétricamente creando triángulos, estrellas, rosetones, puntas de lanza… Marina estaba sumergida en su interior  Veía su cara y  su propia figura enfrentarse a su perfil una y otra vez.  Aquello era trepidante.
Disfrutando de ese lugar cayó de manera  brusca encima de algo alargado y  estrecho con tablillas transversales. Se oyó un sonido fuerte. Rápidamente se puso en pie y miró que tenía debajo. ¡Asombroso! había visto muchos pero no de ese tamaño. Empezó a golpetear primero con un pie, luego con el otro,  luego se ayudó con las manos. Al poco tiempo sus pies danzaban por encima de aquello y creaban una bonita melodía.
Empezó a sentirse cansada y quiso buscar a sus padres pero vio que estaba metida en un cubo gigante. Este cubo no tenía puertas pero sí diversos círculos en cada una de sus caras. En el centro había un cartel que rezaba: “sólo una cara es la salida”. Marina no lo dudó mucho. Eligió la que tenía cinco círculos y salió. Enseguida vio a sus padres que, muy sonrientes, estaban esperándola. 

Cuando llegué a clase y se leyó el cuento, algunos niños me dijeron que no había usado mis seis palabras. Era cierto; no las había nombrado porque estaban implícitas en cada uno de los párrafos y lo que quería es que  volvieran a leerlo para descubrirlas. ¿Es que no han sido  fáciles?

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