domingo, 9 de enero de 2011

hacer fiaca

Es una de esas tristes tardes que está sentada y no hace nada. No, no es que J. no tenga nada que hacer, tiene muchas obligaciones, tareas, labores... no es que no tenga amistades o familia, que no precisen de ella o que no les apetezca acompañarla o hacer algo con ella, es que está impávida, invalida, imposibilitada para hacer algo útil, pensar, meditar, leer, escribir, pasear, comprar, telefonear...

Es que hay una fuerza que ni siquiera es fuerte pero le arrastra. Una fuerza que le atrae como un imán para... ¿hacer fiaca? Ésta es una expresión argentina que le han dicho a J. que es no hacer nada, no está segura si es eso, pero para sus parámetros, los de una mujer educada en el esfuerzo y en el trabajo, no hacer nada es perder el tiempo, un tiempo precioso que va a quedar ahí en el olvido, parte de una vida perdida, pero ¿que se puede hacer? Ni siquiera está relajada y tranquila haciendo ese ” nada”

J. quiere reunir las escasas fuerzas que tiene ¿¿¿para???

Por algún lado hay que empezar, mejor algo físico. Siempre hay ropa para lavar o planchar, vaaamos ¡ya! ¡al cuarto de la lavadora!

La educación espartana parece que funciona, pero no, le llaman por teléfono en ese instante y se entretiene 5 preciosos minutos que le han quitado las ganas de todo. Después de colgar el teléfono se queda pensativa y de nuevo vacía. No ha quedado a gusto con la conversación, con esa persona siempre termina regular, es que esa persona tampoco está bien, se le nota. Tema ropa... al traste.

Y ahora? Un juego de tetris en el ordenador siempre funciona porque engancha. No. Engancha demasiado y a J. le gusta usarlo como premio después de la satisfacción producida por algo bien hecho. No. Y ese libro que te dejaron, J. sobre la evolución del cerebro y que tienes que devolver en breve? No. No estoy para profundidades mi siquiera para estupideces como las que ahora están echando en esa cadena de la tele.

J. sigue pensando, por lo menos piensa, lo malo es que piensa en comer, Pensado y hecho, aún quedan bombones y dulces de navidad.

J. se levanta coge un polvorón y dos bombones. Los come con ansia sin disfrutar de ellos. Ahora se siente peor. Enciende la tele y se pone a escuchar tonterías.

¡Ya vale! habrán pasado más de dos horas haciendo fiaca, vamos a llamarlo así y la tarde se ha pasado.

Con esfuerzo, se levanta del sillón y se pone unas botas y un abrigo. ¡A la calle!

Deambula por la zona, las tiendas aún están abiertas y llenas de gente. Se separa un poco del bullicio y empieza a caminar cada vez más rápido. El aire fresco le da en la cara.

Ahora J. es todo coraje y energía. Ya ha cargado pilas ¡a la porra la fiaca!

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