domingo, 14 de noviembre de 2010

lágrimas

J. tiene el día nostálgico y le da por los recuerdos. J. recuerda que, siendo ella muy, muy pequeña su madre estaba tremendamente enfadada y tiró una hermosa fuente llena de moras a la fregadera rompiéndola y haciendo llorar a la guapa joven que se la había traido. La muchacha mientras lloraba buscaba las moras más grandes y se las daba a comer a la pequeña J.
 J. nunca supo la causa del enfado de su madre ni la identidad de aquella joven, cuya única referencia es que era " de pueblo". Eso le trae a la memoria a J. a otra joven, también bella y también de pueblo, en cuya casa pasaba J. niña ya más mayor, unos días; la chica se había quemado una mano cocinando a mediodía y esperó a que llegara su novio del campo, por la tarde, para echarse a llorar por la quemadura pasada. Los ojos humedecidos de la mujer eran de tal belleza que le  recordaban a J. a esas Vírgenes andaluzas ante las cuales los devotos se emocionan hasta el delirio.
De Vírgenes a Virgen, la de su colegio, J. estudió en un colegio de monjas y recuerda sus propias lágrimas, las que no pudo verse pero si sentirlas por toda su cara, lágrimas de impotencia cuando vio, al volver del recreo, que la monja de clase le había roto en mil pedazos la fotografía de su actor favorito, el francés mas guapo de toda Francia, que ella tenía pegada en la carpeta. J. ya era adolescente y tenía el doble de tamaño que la monjita pero calló y se comió la rabia con las lágrimas y los mocos.
J. piensa en los diversos  motivos que hay para llorar y mira por la ventana. En la calle está lloviendo. Lo dicho, un día nostálgico.

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